Tienda online de partes humanas

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Se aproxima la Navidad y acá una opción de regalos bastante “particulares” por llamarlos de algún modo: Hígados, riñones, cortes de cerebro, testículos… ¿Qué parte del cuerpo quieres comprar? Si dispones de una tarjeta de crédito puedes hacerte con una pieza de un órgano humano tan sólo haciendo unos cuántos clics en la tienda en línea de Plastinarium.de



Se trata del nuevo negocio del científico alemán Gunther von Hagens, conocido también como “Doctor Muerte” por ser inventor del peculiar método de la “plastinación” que permite conservar cadáveres intactos en un estado muy similar al natural. ¿Qué venden? Cortes limpios de órganos y extremidades entre láminas de cristal, e incluso bolsos, llaveros y pendientes.

Eso sí, si estás pensando en ofrecer originales regalos navideños, más vale que tengas amplio límite en tu tarjeta de crédito porque un hígado cuesta cerca de 2.000 euros (unos 2800 dólares), un testículo por 360 euros (500 dólares), una pierna diseccionada desde 10.000 euros (14.000 dólares), una cabeza por algo más de 22.000 euros (31.000 dólares)… Aunque quizá te convenga más comprar un cuerpo humano entero y dividirlo en partes para tener regalos más originales, con lo que tendrías que invertir 57.000 euros (80.000 dólares, más o menos).

Cualquiera puede comprar

En Plastinarium.de, hay una exposición completa de distintos ángulos estas controvertidas obras de taxidermia sin piel entre la ciencia y el arte, y detallan el proceso técnico que cada pieza ha atravesado desde el cadáver donante has convertirse en pieza de exótico museo. Eso sí, para comprar partes humanas (como órganos plastinados) debes poseer un certificado que “garantice” que emplearás las piezas adquiridos exclusivamente para la educación o la investigación.
Si no cumples con ese requisito, no recibirás el visto bueno como “usuario cualificado”, es decir, que no estás acreditado ni como científico ni como profesor… ¡Pero tranquilo! Igual puedes adquirir animales y plantas, o sus partes, “plastinados”. El propio Von Hagens lo explica así en un comunicado:
"Como democratizador de la anatomía he querido dar acceso a todo el mundo a cuerpos de humanos y animales. A través de la tienda en línea aquellos interesados pueden comprar preparados anatómicos desde cualquier punto del mundo, a cualquier hora y con tan sólo unos clicks".


Otra polémica

Si algo tiene Von Hagens es que todo lo que se inventa genera polémica. Sus exposiciones han causado revuelo en gran parte del mundo, donde incluso Gobiernos (como el de Venezuela, por ejemplo) prohibieron y suspendieron la gira “ Bodies, The Exhibition”, y hasta llegaron a decomisar varias de las piezas de la exposición para hacerles exámenes forenses  y determinar si efectivamente eran piezas humanas, puesto que en algunas aduanas los responsables de las piezas las declaraban como “partes de plástico”.
Ahora, la apertura de la tienda de Plastinarium.de, ya ha desatado en Alemania una oleada de protestas, provenientes principalmente de distintas iglesias y congregaciones religiosas, que le tachan de “degenerado” y, a su plataforma comercial, de “supermercado de la muerte”. Algunos colectivos de críticos han amenazado incluso con llevarle ante los tribunales alemanes.
Toca esperar a ver qué tal le va con su nuevo invento, ya que como todo lo que hace tiene defensores y detractores. ¿Qué opinas de los trabajos de Von Hagens: Son ciencia, arte o locura? ¿Comprarías alguna de sus piezas?


Niños Asesinos: Nevada Tan

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"Nevada Tan" (o "Nevada Chan") es el nombre con el que se conoce popularmente a Natsumi Tsuji, una chica japonesa que a los once años estudiaba en una escuela de Sasebo, en Nagasaki, Japón.


Natsumi se caracterizaba por su entusiasmo por los deportes, el Internet, las películas y por ser una alumna excelente, quien obtenía las calificaciones más altas. Un test de coeficiente intelectual indicó que su inteligencia era altísima: casi 140 puntos. Además gustaba de practicar deportes, sobre todo el basquetball. Era una niña sana y alegre. Tiempo después, descubrió el mundo de la violencia extrema al ver la película japonesa Battle Royale, la cual trata sobre una sociedad futurista en la que los escolares desafían a sus maestros, motivo por el cual el gobierno decide crear un reality show seleccionando al azar a un grupo de secundaria. Cada uno de sus integrantes será enviado a una isla desierta portando un collar, el cual explotará pasado cierto tiempo o si intentan quitárselo. La única forma es que todos se maten entre sí, hasta que solamente quede uno vivo, al cual se le perdonará la vida.


Natsumi subió a Internet su propia página de terror con macabras animaciones en Flash. La niña genio pronto comenzó a hacerse famosa en el mundillo del guro, subcultura amante de los dibujos gore y violentos. Su página tuvo mucho éxito. Pero un día, su compañera de escuela y amiga, Satomi Mitarai, de doce años, le dijo en una pelea que era más popular que ella. Luego, Satomi publicó en Internet que Natsumi era “una gorda”. Natsumi comenzó entonces a derrumbarse. Abandonó el equipo de baloncesto por orden de su madre para dar prioridad a los estudios. Tras reintegrarse, volvió a salirse por su voluntad y sus calificaciones comenzaron a bajar.


Un día, protagonizó un episodio en que amenazó con un cuchillo a un compañero de aula. Durante varios días, sostuvo una conducta bastante agresiva. Un mes después del primer incidente, el primero de junio de 2004, se tomó una foto en el patio de la escuela. En ella aparece Natsumi a unos metros de Satomi, mientras las dos forman la “V” de la Victoria con sus dedos. Esa imagen, tomada unas horas antes del crimen que escandalizó al Japón, es la última foto que se tiene de Satomi en vida.


Ese día, más tarde, Natsumi llevó a su amiga Satomi a una sala vacía, donde le vendó los ojos como si se tratase de un juego. Tomó entonces un cutter y la degolló. La niña quedó agonizando, tirada en el suelo del salón de clases, donde se desangró. Luego, Natsumi caminó hasta su aula y entró con su ropa llena de sangre, para sorpresa de todos los presentes. El profesor entró en acción, y encontró muy pronto el cadáver de la pequeña asesinada de forma tan violenta.

Ese día, más tarde, Natsumi llevó a su amiga Satomi a una sala vacía, donde le vendó los ojos como si se tratase de un juego. Tomó entonces un cutter y la degolló. La niña quedó agonizando, tirada en el suelo del salón de clases, donde se desangró. Luego, Natsumi caminó hasta su aula y entró con su ropa llena de sangre, para sorpresa de todos los presentes. El profesor entró en acción, y encontró muy pronto el cadáver de la pequeña asesinada de forma tan violenta.


Cuando llegó la policía, Natsumi confesó su crimen y mostró arrepentimiento: “He hecho algo malo, ¿cierto? Lo siento, lo siento mucho”, dijo, mientras la arrestaban. Las leyes japonesas prohibieron que su nombre verdadero se publicara, por ser una menor de edad acusada de un crimen grave. Se referían a ella únicamente como “Chica A”; el público se estremeció al saber que la niña asesina contaba tan sólo con once años. Tras un juicio que se convirtió en un circo, fue encontrada culpable de asesinato en primer grado y condenada a nueve años de prisión en la penitenciaría de Sasebo. Una noche, un conductor de noticias de TV Fuji, por un supuesto descuido mencionó al aire el nombre de Natsumi Tsuji. Así se supo su verdadera identidad a nivel mundial, aunque sus fans siguieron refiriéndose a ella como "Nevada Tan".

Al ingresar al penal, Natsumi fue visitada por varios psicólogos infantiles y psiquiatras criminalistas, quienes le practicaron exámenes y análisis. Todos concluyeron que se trataba de una chica perfectamente sana, sin ningún desorden mental detectable. Le diagnosticaron que padecía del síndrome Hikikomori, en el cual los que lo padecen se aíslan y no quieren salir de sus casas, ni tener trato con la gente. Pero esto era sólo un síntoma y no explicaba la conducta de la niña.


Desde entonces, una legión de fans en todo el mundo se dedicó a rendirle homenajes en forma de dibujos, muñecos, juegos de video, animaciones, canciones, poemas e incluso un himno. Varios sitios de Internet hablan sobre su vida, publican los dibujos que ella realizó y las fotografías que se han recuperado. Un grupo de rock alemán que basa su música en la ira se puso el nombre de Nevada Tan y la banda llamada Fecal Matter Discorporated le dedica un disco “a ella y a todas las pequeñas japonesas que asesinen gente”.

El Asesino de Facebook

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Peter Chapman, quien nació en Londres, Inglaterra, en 1976, desde muy joven fue una persona extrovertida, fascinada por la tecnología, aunque un poco tímido con las chicas. Cursó estudios universitarios y tuvo varios empleos. Para cuando cumplió treinta y tres años, estaba viviendo solo, no tenía pareja estable y sentía un deseo incontrolable por las jovencitas. Sus preferencias se dirigían por lo general hacia chicas obesas, de cabello negro. A lo largo de los años, Chapman acumuló acusaciones y pequeñas condenas por agresiones sexuales contra mujeres, que se iniciaron desde que tenía quince años. En 1996 fue condenado a siete años de prisión por violar a dos prostitutas tras amenazarlas con una navaja. Fue liberado en 2001.


En 2009, las nuevas tecnologías le proporcionaron a Peter Chapman un vehículo perfecto para desarrollar sus fantasías y poder realizarlas. A través de Facebook, la red social más popular del mundo, Chapman se creó un perfil público falso. Consiguió fotografías de otro usuario, un joven de diecinueve años de cuerpo atlético que posaba semidesnudo, y las robó para incorporarlas a su página. En un par de ellas, aparecía con el pene erecto; en otras, sin camisa mostrando el musculoso pecho o con ajustada ropa interior. Afirmaba que era estudiante.

Chapman mintió en sus datos biográficos, en sus gustos y aficiones, y por supuesto en su imagen. Se hacía llamar “Peter Cartwright”. Su intención era conocer a jóvenes tímidas, impopulares e inseguras, y entre más obesas, mejor. Chapman descargó una aplicación que le permitió enviarle sus supuestas fotografías y su correo electrónico a cientos de mujeres. Cientos de ellas respondieron. Muchas eran hermosas, delgadas, de todas las edades: desde menores de edad y adolescentes, hasta adultas solteras, casadas, divorciadas, y mujeres maduras que se sentían seducidas por las fotografías del musculoso jovencito que Chapman había utilizado fingiendo que era él. Pero a la mayoría no las tomaba en cuenta: buscaba otro tipo de mujer.


Sus encuentros con mujeres no tardaron en ocurrir. No existe un estimado total de a cuántas conoció Chapman en la vida real, pero fueron muchas. Con algunas tuvo solamente atenciones; con otras, acoso sexual. Una de ellas, Catherine Carty, madre soltera con tres hijos, narró su encuentro con Peter Chapman: "Parecía bastante agradable. Hablaba conmigo por Facebook y Messenger constantemente y durante dos semanas me envió mensajes constantemente”.

En octubre de 2009, ella se reunió con él para tomar un café y se fueron a pasear. Pero cuando él estacionó su auto, comenzó a acariciarla: “Trató de poner su mano en mis pechos y en mis pantalones. También trató de besarme. Era demasiado. No era agresivo sexualmente para ser nuestra primera cita, pero luego comenzó a lanzarme indirectas diciendo cuánto tiempo había pasado desde que se había acostado con una mujer". Finalmente, ella lo rechazó porque en encuentros posteriores él seguía tratando de tocarla.


Peter Chapman contactó después a una joven: Ashleigh Hall, quien vivía en Darlington. El hecho de que Ashleigh no tuviera ningún éxito con los chicos la convirtió en una presa fácil para Chapman. Tras varios meses de hablar virtualmente, finalmente consiguió el número del teléfono celular de la chica. Luego, formalizaron una cita. La convenció de que pasara con él la noche del domingo. El 25 de octubre de 2009, Chapman apareció en su coche para recoger a Ashleigh, que lo esperaba a la salida de un parque. Ella esperaba al apuesto muchacho que aparecía en las fotografías de Facebook. El criminal la engañó, diciéndole que era el padre del joven.

La idea funcionó: Ashleigh accedió a irse con él, supuestamente a su casa. Pero Chapman condujo hasta un área deshabitada que había elegido con anterioridad en el condado de Durham, en el noreste de Inglaterra. Una vez allí, trató de forzar a la chica para que le practicase sexo oral. Como ella opuso resistencia, le ató los brazos y la amordazó con cinta adhesiva. La puso boca abajo, le bajó los pantalones, le rasgó la ropa interior y comenzó a violarla. Como ella seguía luchando, le puso más cinta alrededor de la cara; tanta, que Ashleigh se asfixió. Al darse cuenta de que estaba muerta, Chapman tiró su cadáver por un barranco, a las afueras de la localidad de Sedgefield.


Al día siguiente, Andrea Hall, la madre de Ashleigh, a quien le dijo que iba a quedarse con un amigo, intentó contactarla sin éxito a través del teléfono celular. Denunció su desaparición a la policía. Checó además en la página de Facebook y encontró que su hija tenía un amigo que no tenía conexiones o links con otros conocidos suyos. A partir de estos datos, llegarían a identificar al criminal.

Chapman volvió a la escena del crimen al día siguiente. No sabía que la policía ya lo buscaba, pues estaba fichado como agresor sexual y no había comunicado su último cambio de domicilio. Fue detenido por una patrulla que detectó su matrícula. En el interior de su auto encontraron los materiales que había utilizado para someter a la chica, así como su teléfono celular. Tras interrogarlo en la cárcel, Chapman confesó y condujo a los agentes al sitio donde había tirado el cuerpo.


Aunque lanzó una declaración en la que aparecía como inocente, finalmente admitió el asesinato, la violación y el secuestro de la joven. El juez Fox, quien presidió el juicio, dijo que Chapman había llevado a cabo un "nivel significativo" de planificación y premeditación para atrapar a Ashleigh. "Esto fue una planificación malvada llevada a cabo cuidadosamente y de manera considerablemente detallada, para atrapar a su víctima", declaró. "Ella era especialmente vulnerable a causa de su físico y su edad".

Los periódicos lo bautizaron como “El Asesino de Facebook” (“Facebook Killer”); los tabloides ingleses narraon su historia y entrevistaron a otras víctimas potenciales que lo habían conocido. También lanzaron una campaña para averiguar quién era el joven al que pertenecían las fotografías robadas por Chapman para su falso perfil.



En marzo de 2010, Chapman fue condenado por el juez Peter Fox, el Magistrado Municipal de Middlesbrough, a cadena perpetua, con un mínimo de treinta y cinco años en prisión. Tras conocerse la noticia, Andrea Hall, la madre de la víctima, comenzó una campaña de concientización para advertir a las jóvenes sobre los riesgos de Facebook y otras redes sociales.

En contraste, al interior de esta página surgieron grupos de fans: unos en memoria de Ashleigh y otros admirando a su verdugo. Uno de ellos, con cientos de fans de Peter Chapman, incluía la fotografía de una hermosa joven semidesnuda, sobre cuya piel se leía el letrero: “Facebook Killer”.


 Alexandra Tobias, quién asesinó a su bebé por jugar FarmVille


Un nuevo caso de asesinato relacionado con Facebook ocurrió el 27 de octubre de 2010, en Florida. Una joven mujer, Alexandra V. Tobías, estaba jugando Farmville cuando su bebé comenzó a llorar. Como el llanto no la dejaba concentrarse, fue hasta la cuna y sacudió al niño, furiosa. Luego se fumó un cigarrillo. El bebé seguía llorando, así que se levantó, aún más enojada, para sacudirlo nuevamente. Esto lo mató. Dejó el cadáver en la cuna y siguió jugando. Tras su arresto, aceptó lo ocurrido y espera juicio, pudiendo enfrentar una condena de hasta cincuenta años de prisión.

Las devoradoras de niños

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Klara Mauerová nació en Kurim (Checoslovaquia) en 1975. Fue una niña desadaptada, cuyos frecuentes arranques místicos la hacían compararse con Juana de Arco y que siempre repetía que estaba destinada a cumplir una misión designada por Dios, su hermana menor, Katerina, presentaba una personalidad semejante. Entre las dos fantaseaban constantemente acerca de las grandes cosas que harían cuando llegara el momento.


Con los años, Klara llegó a cursar estudios universitarios, pero nunca pudo liberarse de sus fijaciones pseudoreligiosas. No pasaría mucho tiempo antes de que se independizara de su familia, yéndose a vivir con un hombre con el cual compartió, según sus declaraciones, una tórrida vida sexual. Se embarazó y tuvo dos hijos: Ondrej y Jakub. Tras su separación, motivada por el violento carácter que la distinguía, Klara se quedó sola con los niños. Pese a sus excentricidades, era una buena madre; pasaba tiempo con sus hijos, los amaba y velaba por ellos. Sin embargo, la soledad la lastimaba. Klara buscó a su hermana Katerina, quien se mudó con ella y con sus dos sobrinos.

Klara y Katerina conocieron a Barbora Skrlová, de treinta y tres años, quien estudiaba en la universidad. Se trataba de una mujer que padecía una extraña enfermedad glandular: su aspecto era el de una niña de doce años y constantemente se había hecho pasar por menor de edad para escapar de castigos o inclusive de enfrentar acciones legales en su contra. Barbora inclusive había sido adoptada por un matrimonio, que la había tomado por una niña. De carácter violento, Barbora permaneció mucho tiempo en una institución psiquiátrica, de la cual escapó.


 La presencia de Barbora Skrlová cambió muchas cosas. Las psicopatías de Klara y Katerina estallaron gracias al sutil lavado de cerebro que Barbora, con su aspecto infantil, practicó con ellas. Según las declaraciones del psiquiatra Zdenek Basný, que la atendió, los cambios de identidad de la mujer con aspecto de niña se debían a una grave enfermedad mental: “Toda la historia de Barbora Skrlova está rodeada de un enigma en el que ella participa de manera extraña. No existe una clara explicación, pero si debiera dar una hipótesis, diría que se trata de una disociación psíquica grave con perturbación de identidad”.

Por influencia de Barbora, las hermanas se integraron a un culto llamado el Movimiento Grial, que afirmaba tener cientos de seguidores en Inglaterra, así como decenas de miles de personas en todo el mundo. Este movimiento se basaba en escritos realizados entre 1923 y 1938 por el alemán Oskar Ernst Bernhardt, recogidos en el Mensaje del Santo Grial, en los que afirmaba que el hombre puede llegar al Paraíso haciendo cosas buenas en la Tierra.

Pero la realidad era otra. Uno de los preceptos del grupo era que sus integrantes estaban libres de tabúes sociales, como el incesto, la antropofagia o el homicidio. Todos recibían indicaciones de un líder desconocido al que sólo se le conocía como “El Doctor”. Este se comunicaba con sus seguidores solamente a través de mensajes de texto enviados a sus teléfonos celulares. “El Doctor” apoyaba la esclavitud, el maltrato infantil y la promiscuidad sexual, en aras de un supuesto sentido libertario.

Gracias a la influencia de Barbora, Klara se cortó el cabello al rape y se quitó las cejas. Vestía un ropón astroso y dejó de bañarse. Su hermana Katerina apoyaba todo lo que Klara y Barbora disponían. Barbora además experimentaba un doble carácter: por una parte era una mujer adulta y por otro se comportaba como una niña. Tenía celos de la atención que Klara prodigaba a sus dos hijos. Poco a poco, comenzó una sutil campaña contra ellos. Los acusaba de cometer travesuras, de romper cosas, de comportarse mal.

Klara empezó a castigarlos. Sin embargo, la frecuencia de los regaños aumentó tanto que Klara, desesperada por la supuesta mala actitud de sus hijos, le pidió consejo a la misma autora de todo aquello. Barbora, feliz al ser dueña de la situación, le hizo una sugerencia que a Klara y a Katerina les pareció muy natural: había que construir una jaula de hierro para encerrar allí a los dos niños. La jaula fue encargada a un herrero de la localidad. La colocaron en el sótano de la casa. A través de los barrotes, los niños podrían recibir alimentos, pero también quedarían sin posibilidades de portarse mal. Era 2007. Los niños fueron desnudados y metidos a la jaula. No lo sabían, pero permanecerían allí más de un año.


Barbora dio nuevas instrucciones que Klara y Katerina siguieron al pie de la letra. Comenzaron a torturar a los niños. Les ponían cigarrillos encendidos en brazos y piernas. Los amarraban y amordazaban cuando había visitas. Los golpeaban. Les daban toques eléctricos a través de los barrotes de su jaula. Los azotaban con cinturones e intentaron ahogarlos. Los mantenían desnudos todo el tiempo. Les lanzaban cubetadas de agua fría para limpiarlos, aunque lo hacían solamente una vez por semana y los niños tenían que dormir en el piso, sin cobijas, junto a su orina y a sus excrementos. A veces no les daban de comer. Si lloraban, los golpeaban a través de los barrotes.

Un día, Barbora tuvo una idea novedosa. Comenzaron a darle de comer a los niños abundantemente. Subieron de peso. Entonces, Klara tomó un cuchillo afilado, fue a la jaula y le pidió a Ondrej que sacara una pierna. Una vez que lo hizo, Katerina y Barbora sujetaron la extremidad mientras Klara, con el cuchillo, le arrancaba trozos de carne a su hijo. El niño gritaba de dolor y terror, su hermano hacía otro tanto. Una vez que le quitó varios trozos, las tres los comieron delante de él, burlándose de los gritos del niño.


Su otro hijo, Jakub, permaneció en vilo un mes. Sabía que, tarde o temprano, a él le ocurriría lo mismo que a su hermano. Así fue. La siguiente ocasión le tocó a él. Su madre le arrancó pedazos de un brazo. A partir de ese momento, cada mes el sangriento ritual tenía lugar: las mujeres bajaban, Klara le arrancaba pedazos de carne a uno de los niños y luego las tres los devoraban allí mismo. Barbora tuvo una idea para controlar más a los niños, una idea que sería su perdición. Katerina compró en una tienda de aparatos electrónicos una cámara de vigilancia inalámbrica, de las utilizadas para supervisar a los bebés. La instaló en el sótano. A través de ella, podían observar lo que los niños hacían. También veían cuando alguna de ellas bajaba a torturarlos.


Pero algo ocurrió. Un hombre que se mudó con su joven esposa a la casa de junto, instaló una cámara igual para monitorear el cuarto de su bebé. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando, en vez de ver el cuarto de su hijo, lo que observó fue el ritual de las tres mujeres, torturando a los niños. Pasaron días hasta que se dio cuenta de que la señal que estaba interceptando provenía de la casa de sus vecinas. 
El hombre grabó un video con las imágenes. Luego avisó a la policía. El 10 de mayo de 2007 los agentes llegaron a la casa y entraron. Klara y Katerina se colocaron ante la puerta que conducía al sótano, tratando de que los agentes no entraran. Los policías las esposaron y se las llevaron a una patrulla. Luego rompieron los candados y entraron. Lo que allí encontraron los llenó de horror.

El hedor a sangre, mugre, orina y excremento era insoportable. El piso estaba pegajoso y en las paredes había manchas de sangre seca. Uno de los niños estaba desmayado; el otro se hallaba en shock. Ambos presentaban heridas terribles, con el cuerpo carcomido y algunas partes casi descarnadas.
Parada frente a la jaula había una niña; sujetaba un osito de peluche. Al ver a los agentes, corrió a sus brazos. Les dijo que se llamaba Anika, que tenía sólo doce años y que era una hija adoptiva de Klara. Los agentes la sacaron de allí rápidamente. Una vez en la calle, la supuesta niña aprovechó que los policías trataban desesperadamente de abrir la jaula de hierro para escaparse: se trataba de Barbora, quien había recurrido de nueva cuenta a su viejo truco consiguiendo huir.

El caso fue un escándalo. Los niños fueron hospitalizados; uno de ellos finalmente murió. El otro pudo declarar en el juicio contra su madre y su tía, narrando los horrores vividos en aquel sótano durante un año. Las dos mujeres responsabilizaron a Barbora, pero aunque la policía emitió órdenes de captura, no la localizaron.
Barbora escapó a Noruega, donde asumió otra falsa identidad: decía llamarse Adam y tener trece años. Un matrimonio noruego la adoptó. La inscribieron en la escuela primaria. Pasó casi un año para que la policía la ubicara. Fue arrestada en Noruega, ante la mirada atónita de sus padres adoptivos, que no comprendían por qué una niña era capturada como un criminal. Cuando les dijeron que no era una niña de trece años, sino una mujer de treinta y seis, el shock fue mayúsculo.


Barbora fue extraditada a la República Checa donde fue juzgada junto a Klara y Katerina. Su huida y su extraña personalidad inspirarían una película de terror: La huérfana, que se centra en la capacidad de la protagonista para engañar a la gente haciéndose pasar por menor de edad y en sus ataques psicopáticos. Mientras tanto, Klara declaró en el juicio: “Ocurrieron cosas terribles. Ahora me doy cuenta y no puedo entender cómo dejé que pasaran”.

Alyssa Bustamante

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Alyssa Bustamante, una joven estadounidense de 15 años, aprovechó un viernes sin clases para cavar dos tumbas. Durante la semana siguiente, asistió a sus clases y esperó para el momento oportuno para llevar a cabo un asesinato. Ese momento llegó la tarde del 21 de octubre, cuando Alyssa estranguló a su vecina de 9, Elizabeth Olten, sin que hubiera provocación. Le cortó la garganta y la apuñaló, según los fiscales. La pregunta es por qué lo hizo.


 "Ha declarado que quería saber cómo se sentía", ha explicado el sargento David Rice, del Estado de Missouri, en su testimonio ante el juzgado, según publica Fox News.
Rice, que interrogó a Bustamante en los días posteriores a la desaparición de Elizabeth, señaló que ella acabo confesando a los investigadores y les condujo al lugar donde se encontraba el cuerpo oculto de la pequeña en una zona boscosa, cerca de su vecindario en St. Martins, un pequeño pueblo al oeste de la ciudad de Jefferson, en Missouri.

Cole, juez del condado, dictaminó que Bustamante, que se encuentra bajo custodia del sistema de justicia de menores, debe ser juzgada como un adulto. Horas más tarde, la adolescente fue acusada de asesinato en primer grado y acción criminal armada por utilizar un cuchillo para matar a Elizabeth. Posteriormente, el juez se declaró no culpable en nombre de Bustamante y le pidió un defensor público.
Durante la vista, Alyssa se mantuvo sin expresión, sentada con las manos esposadas a la cintura. De vez en cuando miraba por debajo del flequillo que le cubría los ojos y tragó saliva cuando el juez leyó los cargos contra ella.
A un lado de la sala se sentaban su madre y su abuela, que han sido sus tutoras durante la mitad de su vida. En el otro lado, amigos y familiares de la víctima, varios de los cuales vestían de rosa, el color favorito de Elizabeth.

Elizabeth Olten (9), la víctima

Los testigos certificaron que Bustamante es una niña brillante, depresiva y lista. Según el director de su colegio, tenía buenas notas y nunca había tenido problemas en el colegio o con la ley.
Bustamante había tratado de suicidarse a los 13 años y recibió tratamiento psicológico por depresión. Además, intentó cortarse con sus propias uñas mientras estaba bajo custodia. Si es declarada culpable de asesinato en primer grado, será sentenciada a cadena perpetua sin libertad condicional. Según el abogado defensor, Kurt Valentine, Bustamante intentará suicidarse o será asaltada o asesinada si es enviada a una cárcel para adultos. "Estamos firmando una sentencia de muerte para Alyssa", señala Valentine. "No va a sobrevivir en la cárcel".


Sinceramente espero que le otorguen la pena máxima y que la mantengan en confinación solitaria hasta que se pudra, por que quitarle la vida a una niña solo por querer saber que se siente no tiene justificación alguna,y me da aún más pena la gente en que en sus canales de YouTube hicieron videos rindiéndole tributo a esta asesina de sangre fría, es inaudito que alguien le dé reconocimiento a una persona así.

El asesinato de James Bulger

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Los niños asesinos de Liverpool

Nacidos en Liverpool, Gran Bretaña, en 1983, los niños Robert Thompson y Jon Venables tenían diez años de edad y un historial problemático en la escuela. Provenían además de familias disfuncionales. Eran chicos que siempre reprobaban en el colegio, con dramas de alcoholismo, violencia familiar y divorcios en sus casas. Robert Thompson era un niño que había aprendido a desconectarse emocionalmente por los traumas que había sufrido desde pequeño, sobre todo el abandono de su padre, que les dejó cuando tenía seis años, y la violencia que había visto en casa antes y después de eso.

Los paralelismos con Jon Venables resultaban evidentes: ambos tenían problemas en su casa, un entorno violento donde se abusaba del alcohol, graves conflictos entre sus padres, hermanos con dificultades de aprendizaje y, además, sufrían el acoso de sus compañeros. Por eso se hicieron tan amigos. Unos días antes, habían visto juntos la tercera película de Chucky, el Muñeco Diabólico. Esa cinta, según declararían meses después, los inspiró para cometer la acción que emprenderían poco después.

 Jon Venables

 Robert Thompson

El 12 de febrero de 1993, Robert Thompson y Jon Venables faltaron a la escuela. Días antes habían intentado robarse a un niño, pero la madre había regresado pronto y no lo habían conseguido. Ese día lo intentarían de nuevo. Habían estado dando vueltas por los alrededores del Centro Comercial Strand, de Bootle, Merseyside (Liverpool), en Inglaterra.

Tiempo después, una anciana recordó que ese día los chicos se burlaron de ella por caminar encorvada. Una empleada afirmó que los echó de la oficina hipotecaria donde trabajaba, después de que entraran gritando y revolvieran los folletos de información. Uno de ellos fue visto también en la librería del centro comercial, hojeando un cómic; cuando la dependienta le preguntó si quería algo, "tiró el cómic y salió huyendo".

Mientras tanto, Denise Bulger y su hijo de dos años, James Patrick Bulger (nacido el 16 de marzo de 1990), estaban haciendo compras. Para las 15:37 horas, el pequeño James y su madre entraban en una carnicería. Las cámaras de vigilancia del centro comercial registraban todo, paso a paso, con la hora sobrepuesta a las imágenes. Una documentación en video del itinerario fatal de esa mañana invernal.


Cerca de allí, los dos niños vigilaban. A las 15:38, el pequeño estaba junto a la puerta de la tienda, esperando a que su madre terminara. A las 15:39, cuando Thompson y Venables le tendieron la mano, el niño, curioso y de naturaleza jovial, no lo pensó dos veces. A las 15:40, Denise salía de la tienda y buscaba a James. A las 15:41, James reaparecía en otra cámara: caminaba por la galería principal del centro en compañía de dos niños mayores que él. A las 15:42, James se acercaba a la puerta del recinto, dando la mano a uno de sus acompañantes. A las 15:43, el trío abandonaba el centro. Esa fue la última imagen de James Bulger con vida. La madre lanzó la alarma de inmediato, pero ya era tarde: James se había alejado con sus asesinos por una salida secundaria, como mostraron luego las cámaras del circuito cerrado de televisión.


Las últimas horas de James Bulger consistieron en una larga y terrorífica caminata desde el Centro Comercial hasta un descampado junto a una vía férrea, cerca de un río. En el trayecto, treinta y ocho testigos los vieron pasar. Fueron cuatro kilómetros de marcha agotadora, durante los cuales James Bulger lloró casi ininterrumpidamente. Varios testigos recordaban a James lloroso y con magulladuras en la cara.

Una mujer dijo haber visto cómo los otros dos niños cogían a James de las manos, uno a cada lado, y lo balanceaban hacia delante y detrás "subiéndole hasta la altura de sus cabezas". El niño parecía muy asustado, explicaría tiempo después. Otro testigo dijo haber visto cómo los acusados "cogían al más pequeño por los brazos y le arrastraban". "Me pareció que el más pequeño quería huir", señaló. Treinta y ocho testigos admitieron ver a los chicos maltratando a James Bulger durante el trayecto que hicieron, pero ninguno intervino ni lo defendió (Cosa que me indigna, ya que estas 38 personas son tan culpables como Venables y Thompson, ya que pudieron hacer algo para salvar a James y prefierieron el silencio, sobre sus conciencias recae el peso de la muerte de este inocente).

James Bulger, la víctima

Eso apenas fue el comienzo de una larga agonía. Cuando llegaron a una vía férrea del paraje de Walton, Robert Thompson y Jon Venables no mostraron piedad alguna. Primero lo pintaron de verde. Luego le arrojaron ladrillos encima al pequeño y lo golpearon repetidas veces con una barra de metal. Thompson le dio una patada tan fuerte en la cara que le dejó la huella marcada en la piel. Le rompieron las manos y los dedos pisoteándoselos. De allí le quitaron los pantalones y los pañales y lo torturaron con baterías eléctricas. Se pararon luego sobre el niño y le brincaron encima de su estómago y pecho. Después lo patearon en el vientre hasta reventarlo. Ya muerto, colocaron el cadáver sobre las vías férreas, para que el tren lo destrozara y simular un accidente. Se alejaron riendo y burlándose de algunos detalles, de regreso a sus respectivas casas.

El secuestro desató una cacería humana sin precedentes: Scotland Yard movilizó a cientos de agentes por toda Gran Bretaña. El cadáver del niño fue hallado el 16 de febrero, tras cuatro días de búsqueda nacional: el tren lo había cortado en dos. Los investigadores examinaron las cintas de los videos de seguridad una y otra vez antes de darse cuenta de lo que había ocurrido en realidad y lo que observaron los dejó atónitos: James había sido sacado por otros dos niños. Al principio se pensó que se trataba de dos chicos enviados por el verdadero secuestrador, pero la realidad de lo ocurrido horrorizó a la opinión pública.


Robert Thompson y Jon Venables fueron arrestados en una movilización policíaca digna de una película de acción. Por decisión expresa del gobierno, fueron juzgados como adultos; los ingleses deseaban darle una lección al mundo. Durante el juicio, los dos acusados asistieron impasibles a la reconstrucción efectuada por el fiscal en los juzgados de Preston, a unos treinta kilómetros del solar donde James fue muerto a golpes y pedradas. El jurado examinó las imágenes grabadas por la cámara de seguridad del Centro Comercial Strand, donde los dos acusados secuestraron al pequeño. Con la hora sobreimpresa en las imágenes, resultó sencillo ordenar la secuencia de los hechos.





En el juicio, los niños asesinos nunca tuvieron la menor oportunidad de defenderse: la prensa y la opinión pública siempre los trató como adultos. Jon Venables aprendió a desconectarse de lo que se decía en la sala, para concentrarse en sus zapatos o en jugar con las manos. El juicio se convirtió en un acto de histeria colectiva donde la gran perdedora fue la infancia británica. Venables y Thompson jamás fueron vistos como si fueran niños durante el juicio pero los demás chicos británicos perdieron su libertad, su derecho a hacer mandados, a jugar a la pelota en su barrio con sus amigos o simplemente andar en bicicleta en la vereda, su derecho a la infancia. La filosofía de que los niños no estaban seguros en ninguna parte se impuso. No se podía dejar a los hijos con nadie a cargo: miles de mujeres abandonaron sus empleos para ocuparse solamente de sus chicos ante el síndrome y el miedo al secuestro. Nada volvió a ser como antes.



 Varios psicólogos de la defensa sostuvieron que los asesinos pensaban que sólo era un juego. Pero ese argumento no sirvió de nada: al final, fueron condenados a cadena perpetua. Los tabloides británicos glorificaron la condena a perpetuidad. A los jueces británicos les bastó que los chicos diferenciaran "el Bien del Mal" para aplicarles la condena. La máxima concesión que los acusados recibieron fue que sus nombres no se conocieran, pero los tabloides violaron las reglas.

Jon Venables y Robert Thompson pasaron ocho años y cuatro meses en prisión. Aunque en prisión estuvieron separados, las vidas de Jon Venables y Robert Thompson no fueron muy diferentes. Ambos estuvieron rodeados de fortísimas medidas de seguridad y de una legión de especialistas. El gobierno británico gastó en su rehabilitación tres millones de libras esterlinas (cuatro millones de dólares). A pesar de que los niños se pasaron durante años la pelota de la responsabilidad por la muerte de Bulger, ambos terminaron por asumir su culpabilidad. Su horario en prisión, sin embargo, no era tan estricto: entre semana, se levantaban a las 7:00. A las 9:15 horas comenzaba su jornada educativa, hasta las 15:15 horas. Por la tarde permanecían encerrados en su celda hasta que, a las 22:00 horas, las luces se apagaban. Los fines de semana tenían permiso para quedarse en cama hasta las 11:00 horas. En sus cumpleaños, recibían diez libras. Incluso, Venables y Thompson realizaron varias salidas supervisadas al exterior, muchas de ellas al teatro.

A quien más le costó adaptarse a la vida en la cárcel fue a Jon Venables, quien en prisión siguió evadiéndose de la realidad. Pero en noviembre de 1997, la psiquiatra Susan Bailey informaba que lo había asumido todo. En prisión, Venables estudió duro, terminó la escuela primaria y varias asignaturas de la secundaria. Sus educadores afirmaron que podría ir a la universidad. Durante su largo proceso de recuperación, el niño de los dientes separados contó siempre con el apoyo de su madre. Todos los fines de semana recibió la visita de su progenitora, Susan, y de su padrastro, Neil. Robert Thompson, a quien le costó trabajo superar el bachillerato elemental, se reveló como un artista. Al poco de ingresar en prisión, le hizo a su madre una mesa de café. Luego diseñó un vestido de novia que él mismo realizó con la ayuda de una aguja y un dedal. Sus dotes artísticas se pueden apreciar en la sala de visitas de la prisión, donde hay colgados varios de sus cuadros.

En 2001, una comisión independiente dirigida por el Ministerio del Interior decidió, tras cuatro días de debate, que los dos muchachos estaban rehabilitados. El Ministro del Interior, David Blunkett, comunicó la decisión de la Comisión, presidida por un juez de la Alta Corte, con una respuesta escrita a una interrogación parlamentaria. Subrayó que "nadie podrá jamás olvidar el caso de James y el dolor de su familia. El asesinato del niño James Bulger fue un suceso terrible para su familia y para toda la nación, pero no sería de interés público perseguir a los responsables ahora que la junta de libertad bajo palabra ha decidido que ya no es necesario para la seguridad del público que estén confinados", afirmó.

Pero en Gran Bretaña, donde nadie pudo olvidar la historia de la sádica ejecución del pequeño James Bulger, la noticia provocó furia. La ferocidad de la acción de los niños homicidas asombró al mundo. Cuando se enteraron de la decisión de liberarlos, la madre y el padre del pequeño James, ya divorciados, se dijeron "profundamente doloridos y conmocionados" por la decisión. "Estoy disgustada, tanto por el Gobierno como por la Comisión", subrayó la madre, Denise. "La vida de mi hijo fue robada de una manera inimaginable. Ahora tengo miedo. No me atrevo a mandar a mi hijo a la escuela. ¿Quién me puede asegurar que estos dos no estén al acecho?", se preguntó.


 Por eso, la justicia estimó que los asesinos no podían pisar la calle con su verdadera identidad. Como espías, fueron entonces instruidos en el arte del engaño. Los más astutos cerebros del Ministerio de Interior se afanaron en darles nombres y apellidos falsos, un pasado falso, una historia falsa. Así lo ordenó la jueza Elisabeth Butler-Sloss, quien aseguró: “Existe la posibilidad real de que encuentren la muerte a manos de miembros de la familia Bulger o de individuos vengativos”. Esto a raíz de la amenaza lanzada por el padre de James, Ralph Bulger: “No pararé hasta dar con ellos”. Nadie, excepto un círculo pequeño, sabe qué caras tienen en este momento. Ni siquiera si son gordos o flacos, altos o bajos. El fallo judicial prohíbe que se difunda cualquier detalle sobre ellos.

Venables y Thompson recibieron una nueva identidad y una casa segura: una operación que le costó al gobierno británico más de cuatro millones de euros. La justicia británica ordenó que las nuevas identidades de los asesinos nunca sean publicadas. No podrán estar en contacto entre sí, ni con la familia de su víctima, y tienen prohibido acercarse a Meyerside, su localidad natal y donde cometieron el crimen.


Pero los especialistas descreen de la posibilidad de una "nueva vida" para los asesinos. Sostienen que la avidez de los medios y el repudio de la sociedad harán que tarde o temprano se los encuentre. Poco después de su reubicación, salieron a la circulación dos versiones con supuestas fotografías recientes de Robert Thompson, lo que desató en el gobierno el temor de que su identidad pueda llegar a conocerse.

Según Harry Fletcher, presidente de la Asociación de Funcionarios Supervisores de Presos en Libertad Provisional, las posibilidades de que algún día se conozca la verdadera identidad de los dos homicidas es muy alta. "¿Qué pasa si comienzan una relación con una chica? ¿Qué pasa si alguno de los dos es detenido por la policía, o queda ingresado en un hospital, y la policía comprueba sus antecedentes?", se preguntó. "Habrá un número importante de gente que sepa sus identidades reales, y casi con toda seguridad se filtrarán", afirmó.

¿Dónde comenzaron su nueva vida? En un primer momento, las autoridades pensaron trasladarlos al extranjero. Australia, Canadá, Nueva Zelanda... pero estos países se negaron a recibir a los famosos asesinos. Además, fuera del Reino Unido, era mucho más difícil monitorear a los jóvenes criminales. Porque aún en libertad, la policía decidió seguirlos de cerca para asegurarse de que su proceso de rehabilitación no se tuerza, pero también para protegerlos del peligro de que alguien averigüe su identidad y decida hacer justicia por mano propia. Todas las habitaciones de las casas de Thompson y Venables cuentan con alarmas conectadas con la policía, que acudirá ante cualquier emergencia.

Las vidas de Venables y Thompson recomenzaron en alguna ciudad del norte de Inglaterra, donde su acento de Liverpool pasaría desapercibido. Viven en un centro urbano por aquello del anonimato de las ciudades y, por supuesto, ambos tienen sus domicilios en localidades diferentes. Dada la combinación fatal que forman, nunca, jamás, podrán encontrarse. De hecho, hace ya ocho largos años que no se ven las caras. La última vez fue el 24 de noviembre de 1993. Tenían once años y estaban sentados en el banquillo de los acusados, escuchando la sentencia.

Para evitar riesgos, los miembros del Ministerio del Interior británico procuran que su nueva historia familiar sea lo más parecida posible a la auténtica. ¿Cómo saldrán del paso si, después de decir que han estudiado en tal o cual colegio, alguien les dice que no los recuerda? La idea preocupa a los asesinos. Susan, la madre de Jon Venables, fue una de las primeras en ensayar la "vida de mentira". Por seguridad, adoptó un nombre falso y dejó atrás Merseyside, donde era conocida como “la madre del monstruo”. La madre de Robert Thompson, Ann, quien tiene otros siete hijos, también cambió de nombre y se mudó varias veces para evitar la ira de los vecinos.

Otro problema es la prensa. Los tabloides británicos y la prensa sensacionalista están al acecho y la prohibición de publicar detalles que puedan desenmascararlos sólo rige en Inglaterra y Gales. La madre del pequeño James Bulger, Denise, sedienta de venganza, recordó que la difusión en Internet de detalles e incluso fotos de los asesinos sería legal.


“Cada minuto que pase, deberán vigilar sus espaldas. Aunque se vayan a vivir en el fin del mundo, nunca podrán estar tranquilos”, declaró. También ha predicho que algún día alguien los matará y que ella apoyará a sus asesinos en caso de que se celebre un juicio", declaró Denise Bulger. En una entrevista que publicó el Daily Mail, Denise (ahora apellidada Fergus) comenta: “No hablo de la pena de muerte, pero creo que van a morir porque hay personas que van a matarlos”. La madre de James Bulger, que se declara todavía “llena de odio, ira y miedo” años después de la muerte de su hijo, cree que Jon Venables y Robert Thompson acabarán por ser encontrados a pesar de la nueva identidad de la que disponen y de la protección de su anonimato. “Y si alguien los mata, yo estaré a su lado en el tribunal para decir: ‘El responsable es el Gobierno porque sólo apoya a los asesinos’. Un día, una pistola apuntará hacia ellos, aunque no sea yo quien la sostenga”. Ya no son Jon Venables y Robert Thompson, pero, en el fondo, siguen siendo y serán por siempre los asesinos de James Bulger.

El 3 de marzo de 2010, Jon Venables, ya de veintisiete años, fue encarcelado de nuevo. El Ministro del Interior, Alan Johnson, manifestó que no podía dar detalles de los motivos que condujeron al nuevo encarcelamiento de Venables. "Ustedes saben que no puedo hacer nada más que confirmar el hecho de que Jon Venables está preso de nuevo. He hablado hoy con (el Ministro de Justicia) Jack Straw y por supuesto entendemos que el público quiere saber más sobre este asunto", declaró Johnson.




 Una portavoz del Ministerio de Justicia dijo que "los delincuentes en libertad condicional están sujetos a condiciones estrictas que si son vulneradas implican un inmediata revisión". La portavoz explicó también que "hay un mandamiento judicial internacional que prohíbe publicar cualquier información, incluso a través de Internet, que pueda identificarles o localizarles".

Con los días, trascendió la causa del nuevo arresto: Jon Venables se había dedicado a consumir alcohol y drogas, a poner en riesgo su identidad e inclusive a revelarla, y lo más grave: coleccionaba pornografía infantil. Su computadora estaba llena de este tipo de materiales. Denise Fergus, madre de James Bulger, declaró tras conocer la noticia del encarcelamiento que Venables "ha vuelto al lugar en el que debería estar: entre rejas".

Esto nos enseña a que lo que hacemos enfrente o a nuestros hijos harán de ellos buenas o malas personas, también debemos aprender a que ya sea un hermanito, un primo, un sobrino, etc un niño nunca debe dejarse solo, nunca! por que uno no sabe si como en el caso de James hay alguien que lo está vigilando, cuidemos por favor a nuestros niños.


Que descanse paz, James Patrick Bulger

Niños Asesinos: Mary Bell

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Mary Flora Bell nació el 26 de mayo de 1957 en Newcastle, Inglaterra. Fue una niña maltratada desde su salida del vientre materno. Al nacer, Betty, su madre la alejo de sí con asco y repudio gritando: “alejen esa cosa de mí”; Betty tenía apenas dieciséis años. Nunca se supo quién fue el padre biológico de Mary; su padrastro era Billy Bell, un ladrón que insistía en que sus hijos lo llamaran “tío” para poder cobrar las pensiones del gobierno. La madre de Mary intentó matar a su hija varias veces, fingiendo que la niña sufría “accidentes”. Después se convirtió en prostituta y gustaba de utilizar a Mary para satisfacer los deseos de sus clientes.


 Mary era una niña muy hermosa; parecía una muñeca, aunque siempre hubo algo andrógino en sus facciones. Desde los cinco años su madre la hacía participar en juegos sexuales con otros niños y a los ocho años la vendió a un cliente para que la desflorara. Luego la usaba para ofrecerla a cliente pedófilos. Mary declararía a la policía que su madre la sujetaba, desnuda, mientras los hombres que pagaban por ella le introducían el pene en la boca, hasta eyacular. Según su testimonio, siempre terminaba vomitando el semen. Así creció Mary, en medio de una familia enferma y disfuncional.

Durante ese tiempo, gozaba maltratando y torturando animales, como perros y gatos. El 25 de mayo de 1968, un día antes del cumpleaños número 11 de Mary, ocurrió una tragedia. Martin Brown, un pequeño niño que era vecino de las Bell, murió. Aunque la prensa dijo que se había caído mientras jugaba, lo cierto era que Martín había muerto estrangulado y que tenía varios golpes y una contusión sangrante en la cabeza.


 La autora había sido la niña. Mary lo había empujado y como todavía estaba consciente, decidió estrangularlo.
Después del asesinato, Mary y su amiga Norma irrumpieron en una guardería en Scotswood, destrozando el lugar y dejando una nota responsabilizándose del asesinato de Martin Brown. La Policía de Newcastle desestimó este incidente diciendo que era sólo una broma.


 El 31 de julio, un niño de tres años llamado Brian Howe desapareció. Al ver pasar a Pat, la hermana de diez años del chico, Mary le preguntó: “¿Estas buscando a Brian?” Ella respondió: “Sí, ya debería estar en casa”. Poco después, el niño fue hallado muerto y mutilado cerca de una construcción. Tenía una letra “M” dibujada en el abdomen con cortes de navaja. Con unas tijeras habían cortado mechones de su cabello y habían cercenado sus genitales. A juzgar por los cortes parecía que se trataba de un juego ritual, por lo que la policía pensó inmediatamente en un niño o un adolescente.

La familia de Brian dijo que sospechaban de Mary Bell y su mejor amiga, Norma, pues las dos niñas los habían estado acosando preguntándoles si extrañaban a Brian, si lo querían, incluso en tono de burla. La policía arrestó a las niñas en agosto. Tras interrogarlas, supieron que Mary Bell había matado a Brian. Lo había estrangulado, lo había herido con unas tijeras para pasto y después le había impreso su marca. Primero dibujó una letra “N” (la inicial de Norma), pero después corrigió y la transformó en “M”.

Arrestada también, el relato de su amiga Norma concluyó que Mary había actuado sola y que después de matar al niño había llamado a Norma para mostrarle su obra. Norma fue absuelta de todos los cargos. Mary declaraba haber disfrutado ambos asesinatos. Esto se mostró también cuando la policía encontró sus diarios, donde describía todo con lujo de detalles.


 Tras ser examinada por los psiquiatras, fue declarada psicópata, encerrada en prisión y condenada en diciembre de 1968 por el cargo de asesinato en segundo grado. Los periódicos la bautizaron como “La Niña Asesina”.Tras ser examinada por los psiquiatras, fue declarada psicópata, encerrada en prisión y condenada en diciembre de 1968 por el cargo de asesinato en segundo grado. Los periódicos la bautizaron como “La Niña Asesina”.

Mary obtuvo otra vez los titulares cuando en septiembre de 1979 escapó brevemente de la custodia de la prisión. Mary Bell salió en libertad en 1980, doce años después de su condena, a los 23 años. Una vez fuera de la cárcel, se le dio una nueva identidad. Conoció a un joven que la dejó embarazada. Abortó a su primer hijo.

Mary se convirtió en madre en 1984. Lo insólito fue que de infanticida, se transformó en una madre cariñosa y llena de atenciones hacia su bebe. Tiempo después, conoció a otro hombre con el que se casó y formó un hogar.


 Sin embargo, y pese a la rehabilitación y nueva identidad de Mary Bell, la sociedad no olvidó su atroz historia y los periódicos siempre descubrían donde estaba. Nadie quería a Mary Bell cerca. Pasó su vida huyendo y escondiéndose, fingiendo ser otra persona hasta que alguien la identificaba y tenía que volver a marcharse. El estigma de sus crímenes la perseguiría siempre.

El 21 de mayo de 2003, Mary Bell obtuvo la victoria en la Corte, para mantener su anonimato y el de su hija por el resto de sus vidas. Pero los investigadores privados, contratados por la familia de Martin Brown, siguieron rastreándola. Tuvo que vivir escondida con el temor de que, a donde fuera, alguien podría identificar en ella a la “Niña Asesina”.

Los cuadros malditos

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Los niños malditos

Bruno Amadio, un pintor que pasó sus días con más pena que gloria y al que le ha sobrevivido una leyenda negra y oscura. Su colección “Los niños llorones”, dicen que está maldita, que sus cuadros son una puerta para pactar con el diablo y que terribles desdichas recaen en todos aquellos que se atreven a colgar uno de esos óleos en las paredes de su hogar.


El Pintor

Poco se sabe de éste personaje y los datos que se pueden encontrar son más que confusos. Amadio nació a principios del siglo pasado en Venecia, fue fascista y conservador y, cómo no, un fiel seguidor de Mussolini. Se cuenta que participó en la II Guerra mundial y que fue en ésta donde comenzó a pintar los cuadros malditos, la serie a la que llamó “Los niños llorones”.
En dichos cuadros, Giovanni Bragolin, pues con este nombre firmaba sus trabajos, pretendía mostrar el horror de la guerra en las lágrimas de esos niños desdichados y huérfanos, símbolo más que gráfico de las desgracias que dejaba el conflicto bélico allí por donde pasaba.
Cuenta la historia que Bruno Amadio pintó un total de 27 cuadros en esta serie y que todos los niños vivían en orfanatos o casas de beneficiencia.
Al finalizar la guerra, Amadio se traslada a vivir a España; primero a Sevilla, donde pasa varios años de su vida y más tarde a Madrid, donde se le pierde totalmente el rastro.

La leyenda negra

Al igual que su vida, la leyenda que le acompaña también tiene un origen incierto. Según cuenta la versión más extendida, Bruno Amadio, harto de ser un pintor de tres al cuarto, pactó con el diablo para poder tener la fama y el reconocimiento que se merecía. (No se sabe a qué precio). La cuestión es que, de la noche a la mañana, sus cuadros se hicieron muy populares y a mediados de siglo eran un tesoro preciado del que se hacían cientos de reproducciones todos los años. A más de uno les sonarán las caras de estos niños pues más de una de nuestras abuelas seguro que lució una de estas copias en el salón. En algún lugar debió de ocurrir un incendio en el que lo único que se salvó fue el cuadro del niño llorón y aquí fue donde se desencadenó la leyenda que conocemos hoy en día. Las casas donde se cuelga uno de estos originales arden en llamas y son fuente de misteriosos poltergeist y fenómenos extraños.


En una de las versiones de la leyenda urbana se cuenta que el primer cuadro que pintó Bruno, se quedó en el mismo orfanato de dónde era el niño retratado y que dicho orfanato ardió hasta los cimientos a los pocos días, todos murieron abrasados, incluso el propio niño que fue pintado por Amadio en el cuadro que, misteriosamente, fue el único objeto que no fue pasto de las llamas. De esto modo, el espíritu del niño quedó atrapado de algún modo en el lienzo que arrastraría la terrible maldición por el resto de los días. Personalmente, ésta versión que ronda por la red me parece una invención folklórica, pues ya se sabe lo que pasa con este tipo de leyendas en las que los dimes y diretes las van redondeando para rodearlas del entorno más macabro posible.


En fin, al final de los años setenta la leyenda se extendió como la pólvora y los testimonios sobre la mala suerte de todos aquellos que poseían uno de los cuadros de la colección se multiplicaban por momentos. Nadie quería tener uno de estos cuadros en su casa y las copias dejaron de realizarse por falta de pedidos, “por si acaso”, todos fueron descolgando sus cuadros y arrinconándolos en los desvanes si no deshaciéndose de ellos lo más rápido posible.

Cuentan, que en determinadas fechas, si uno se ponía delante del niño llorón podía pactar con el diablo, y éste te podía mirar directamente a los ojos a través de la enrojecida y llorosa mirada del niño.
Hoy en día todavía quedan muchos de sus cuadros en circulación, y todavía son muchos los que aseguran que en sus hogares suceden hechos extraños. ¿Leyenda urbana? ¿Cuentos de viejas? Para comprobarlo tan solo hay que comprar uno de estos cuadros y colgarlo durante una temporada sobre la cabecera de sus camas, pero no te te olvides del extintor.